A Julia la debes conocer, tal vez sin darte cuenta. Desde hace unos 15 años o más, viene publicando sus preciosas fotos en miles de portadas de libros y publicaciones.
Julia es una especialista del autorretrato y de la fotografía de bodegón pero también ha fotografiado ciudades y paisajes. Todo de la manera más bella y perfecta posible. Su talento aunado a su imaginación la han hecho reinventarse una y otra vez. Hemos visto una Julia pelirroja, morena, castaña, ojiverde, ojiazul. Su ropa se ha vuelto exhuberante, mágica o surrealista. La artista ecuatoriana residente en Viena, ha creado un mundo a su antojo: colorido, armonioso y minuciosamente detallado.
Julia es, para los que la siguen en su cuenta Instagram, sus publicaciones o su sitio, sinónimo de buen gusto, clase y belleza clásica.
Cuando ayer, la fotógrafa y acuarelista publicó una foto de su mano derecha mutilada pintando una acuarela, la reacción de sus seguidores fue abrumadora. En cuestión de horas los mensajes de simpatía, admiración y apoyo se multiplicaron. En los próximos días los likes deben haber superado los 20 mil.
El gesto de Julia era audazmente transgresor. No sólo se atrevía a mostrar su drama personal, la artista superaba las convenciones de la mujer instagramable, bella, ideal y simétrica. Pero lo valiente no era sólo poner una foto documentando su accidente sino la fuerza de continuar, de crear. Julia escribió: « estaba tan segura que jamás volvería a pintar y ahora viendo esta lámina he vuelto a recobrar las esperanzas ».
A veces nos quejamos de pequeñeces. A menudo lamentamos la falta de símbolos, de mujeres que nos inspiren. Con la foto de su mano herida, Julia Dávila-Lampe nos ha dado una lección de coraje. Un mito acaba de nacer.
Nota: le he pedido la autorización a Julia para publicar estas maravillosas fotos que son suyas.